Hagamos el amor y no la guerra....
La Reina blanca del tablero laqueado, del Rey negro estaba enamorada ...
El Rey negro del juego laqueado, de la Reina de marfil estaba enamorado...
Los peones del tablero de marfil debían secuestrar al Rey negro y llevarlo a caballo a la torre... más la Reina negra defendía a su Rey de los ataques de los peones... y de otras reinas... lo tenía bien vigilado pero el Rey negro igual se escapaba...
Una mañana los peones cercaron al Rey... se lo llevaron y lo encerraron en lo alto de la torre de marfil donde la Reina de ese juego los domingos de mañana lo visitaba...
Pero la Reina negra mandó a un alfil y con la excusa de una confesión, éste rápidamente atacó al peón y de la guardia a su Rey liberó...
Aunque el Rey negro no quería ser liberado...!
La Reina blanca amaba también al Rey negro con toda su alma...
Mas era un amor no correspondido, porque ya sabemos a quién él amaba... y ante esto no podía hacerse nada...
Ella lo observaba desde lejos, lentamente y despacito se acercaba hasta casi tocar los dedos del Rey negro con sus suaves dedos blancos... pero él, temeroso, rápidamente emprendía la retirada...
Ella lejos de atacarlo, como correspondía a una buena oponente del juego, lo defendía...
La Reina blanca siempre lo defendía...
Le madaba sus caballos para que huyera al galope hacia alguna de sus torres blancas...
Pero el Rey negro tomaba el caballo y siempre huía hacia el tablero de al lado...
Y no al de jade ni al de cristal... ni al de plástico ni al de metal... iba directo al de marfil... donde vivía la Reina malvada...
Muy malvada, podría decirse que casi endemoniada... "el demonio de marfil" algunos le llamaban...
Cercaba a todos los reyes que aparecían... y a uno tras otro jaque mate les daba, los atraía, los encantaba, los mareaba, los ahogaba... y jaque mate les cantaba...
A los de mármol, a los de jade, a los de cerámica, a los cristal... a los de madera y a los de metal... ni a los de plástico dejaba...
Jugaba con sus coronas que irreverentemente en la punta de los dedos giraba....
Hacía lo que quería con todos ellos... les quitaba los ropajes, las joyas y el dinero, luego los humillaba y los dejaba tirados como reguero por el suelo...
Si no morían de tristeza, los pateaba de regreso uno tras otro cada uno a su tablero...
El Rey de marfil ni enterado estaba de las andanzas de su Reina o hacía que no veía para no perder la paciencia...
El Rey negro tan enamorado estaba que ni cuenta se daba de la vileza de aquella dama...
Y una y otra vez se escapaba hacia el campo de marfil del tablero de al lado...
La Reina negra lo retaba...
-Otra vez saliste...? dónde estabas...?
El Rey negro no le contestaba, en su amada de marfil sólo pensaba...
Cuando cansado y triste regresaba la Reina blanca con los brazos abiertos lo esperaba... más él, tan maltrecho estaba que pasaba a su lado y de su presencia ni cuenta se daba...
-Deben haberse equivocado de juego cuando me empacaron...-ella pensaba- no pertenezco al tablero laqueado... debo ser de cristal, del más fino cristal translúcido y transparente... tan transparente que el Rey no puede verme cuando pasa a mi lado...-decía la Reina blanca tristemente sentada de lado sobre su blanco caballo suspirando al pie de su torre blanca...
Pobres piezas de ajedrez... deseando más que nada hacer el amor cuando han sido destinadas a hacer la guerra...
Reina
Piezas del ajedrez de Lewis talladas en marfil de morza.
Descubrimiento arqueológico realizado en le isla de Lewis en Escocia a comienzos del siglo XIX