Me siguen

lunes, 2 de noviembre de 2009

El elefente encadenado



—No puedo –le dije— ¡NO PUEDO!

—¿Seguro? –me preguntó el gordo.

—Sí, nada me gustaría más que poder sentarme frente a ella y decirle lo que siento... pero sé que no puedo.

El gordo se sentó a lo Buda en esos horribles sillones azules de consultorio, se sonrió, me miró a los ojos y bajando la voz (cosa que hacía cada vez que quería ser escuchado atentamente), me dijo:

—¿Me permites que te cuente algo?

Y mi silencio fue suficiente respuesta.

Jorge empezó a contar:

Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. También a mí como a otros, después me enteré, me llamaba la atención el elefante.

Durante la función, la enorme bestia hacía despliegue de peso, tamaño y fuerza descomunal... pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo.

Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir.

El misterio es evidente:

¿Qué lo mantiene entonces?

¿Por qué no huye?

Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre, o a alguna tía por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado—

Hice entonces la pregunta obvia:

—Si está amaestrado ¿por qué lo encadenan?

No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente.

Con el tiempo me olvidé del misterio del elefante y la estaca... y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta.

Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta:

El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño.

Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca.

Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo no pudo.

La estaca era ciertamente muy fuerte para él.

Juraría que se durmió agotado y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al que le seguía...

Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.

Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no escapa porque cree –pobre— que NO PUEDE.

Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer.

Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro.

Jamás... jamás... intentó poner a prueba su fuerza otra vez...

—Y así es, Demián. Todos somos un poco como ese elefante del circo: vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad.

Vivimos creyendo que un montón de cosas “no podemos” simplemente porque alguna vez, antes, cuando éramos chiquitos, alguna vez, probamos y no pudimos..Hicimos, entonces, lo del elefante: grabamos en nuestro recuerdo:

NO PUEDO... NO PUEDO Y NUNCA PODRÉ

Hemos crecido portando ese mensaje que nos impusimos a nosotros mismos y nunca más lo volvimos a intentar.

Cuando mucho, de vez en cuando sentimos los grilletes, hacemos sonar las cadenas o miramos de reojo la estaca y confirmamos el estigma:

¡NO PUEDO Y NUNCA PODRÉ!

Jorge hizo una larga pausa; luego se acercó, se sentó en el suelo frente a mí y siguió:

Esto es lo que te pasa, Demián, vives condicionado por el recuerdo de que otro Demián, que ya no es, no pudo.

Tu única manera de saber, es intentar de nuevo poniendo en el intento todo tu corazón...

...TODO TU CORAZON.


Jorge Bucay

del libro "Recuentos para Demián"

8 comentarios:

  1. Me acuerdo de este cuento, lo lei hace dos años... es buenisimo que lo compartas!!! un fuerte abrazo!

    ResponderEliminar
  2. Lindo y... ¡lo imprimo y se lo llevo a mi psicóloga, Reina! (¡oh, no, que le daré la razón y entonces sí me expulsa del grupooo!), no, en serio, es un cuento muy interesante. A veces, demasiadas, nos echamos a la espalda el peso que no nos pertenece... ¡en fin!, es cuestión de ir tirando "piedrecita a piedrecita", ¿no?.
    Un gran beso, Reina y amiga

    ResponderEliminar
  3. Eso es amiga, de a poco, todo se puede, lo importante es saber que así es...
    Después me contás que te dijo... jaja
    Un beso

    ResponderEliminar
  4. No tengo palabras para comentar ésto.

    Me dio en el corazón.
    GRACIAS POR COMPARTIRLO.
    Es para leerlo mil veces, hasta GRABARLO EN EL ALMA !!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
    Un abrazo enorme, Reinita mía.

    ResponderEliminar
  5. YO también tengo que grabármelo en el alma Sil, por eso lo puse...
    Un beso

    ResponderEliminar
  6. Es difícil superar el "no puedo" cuando vivimos en una sociedad que sobre todo se basa en prohibiciones que se han convertido en cadenas tan fuertes como esas que sujetaban al pequeño elefante nada mas nacer. Una hermosa entrada para reflexionar, Reina, a pesar de conocida, nunca viene mal refrescar la memoria. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  7. Juan Francisco, a todos nos hace falta recordarlo de vez en cuando..
    Un beso

    ResponderEliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

pececitos